lunes, 18 de mayo de 2015

Un perro con dos dueños

Clarín

  • 18 May 2015
  • Fernando Sendra fernandosendra@clarin.com

Yo, más o menos, tengo un perro. Es decir cuando lo tengo, lo tengo, y cuando no lo tengo, lo tiene mi vecino. Es un perro de la calle, buscavidas, que elige a su dueño de acuerdo a cómo venga el día. Yo soy más bien de sábado y domingo, que es cuando hago un asadito al mediodía; mi vecino, en cambio, es de la noche y los días de semana, pero tenemos la sospecha de que puede haber más implicados en el caso. Yo lo llamo “Azafrán” y mi vecino, “Ninja”: responde a los dos y a los dos nos da felicidad con su fidelidad incondicional, su trato fácil, su dulzura y su búsqueda de afecto. Y, además, su natural y permanente obsesión por la comida.

Me sorprendió apenas lo vi, por lo educado. Movía la cola y daba clarísimas señales de buscar acercamiento, pero sin traspasar el umbral del portón que, de par en par, estaba abierto. El no pasaba esa línea imaginaria sobre el suelo. Lo invité a entrar y pasó. Al llegar a la casa nuevamente, se detuvo como quien sabe distinguir el afuera y el adentro.

Nuevamente lo invité, entró encantado, y de a poco tomó la confianza necesaria para subir a los sillones, negarse a salir cuando no quiere, pedir cariños en grado de exigencia, hurtar comida que queda descuidada, espantar a otros perros que se acercan o correr a los gatos invasores.

Para que se entienda: se trata de un perro que sabe trabajar de perro. Anoche me pregunté qué pasará cuando “Azafrán” envejezca, cuando ya no esté tan ágil y contento. No lo sé, pero por ahora tengo buen perro y buen vecino. Soy más que millonario, estoy contento.